Los problemas para dormir o las alteraciones en el apetito son algunas de las consecuencias más habituales del estrés, aunque existen otros de muy diversa índole ante los que hemos de estar atentos.
Recordemos que el estrés es la respuesta fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. Los principales síntomas del estrés en los niños son:
- Problemas para dormir
- Cambios en el apetito (comer poco o con profusión…)
- Diarreas frecuentes
- Bajo rendimiento escolar
- Incremento o disminución de la actividad física
- Cansancio o fatiga
- Apatía, pasividad
- Problemas para relacionarse con otras personas
- Irritabilidad
- Tristeza…
Por suerte, las situaciones de estrés son casi siempre temporales, asociadas a una elevada carga escolar (o extraescolar), a tener que someterse a una revisión médica, vacunas, un viaje… Pero si son situaciones que se alargan en el tiempo sus consecuencias pueden ser más graves.
No hemos de minimizar las consecuencias del estrés, ya que, entre otras cuestiones, ha sido relacionado con desórdenes mentales en la edad adulta o con un aumento de las crisis de asma.
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